Con una concurrencia que superó toda expectativa, abrió ayer el primer Congreso Internacional de Calidad Educativa, organizado por el Ministerio de Educación de Tucumán. Unos 15.000 docentes poblaron las tribunas y la cancha del Club Caja Popular de Ahorros, y todavía quedaban 1.000 maestros en la vereda, que esperaban acreditarse, en una fila interminable que daba vuelta por la esquina de San Luis. El ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, confirmó que había 17.000 preinscriptos, hecho que calificó de histórico.
Durante el acto de apertura, Lichtmajer compartió el escenario con Jenna Pokorny, una estudiante de 19 años, de la Universidad de Iowa, que hoy hablará sobre la participación política de los jóvenes y de la educación en Estados Unidos (el congreso prevé un amplio espacio para la participación de los alumnos), y con la africana Lumbiwe Lulu Limbikani, de Zambia, además de los secretarios de Gestión Educativa, Isabel Amate Pérez, y de Coordinación, Marcelo Romero.
Lichtmajer dijo que el congreso forma parte de un proceso cuya segunda etapa es la formación docente y se iniciará a fin de mes. “Tenemos 150 cursos on line gratuitos”, anunció, y subrayó que de esa manera quería celebrar el Día del Maestro, el del Profesor y el del Estudiante.
Una pausa muy activa
La segunda parte del acto inaugural fue más movida. Ni bien se retiró Lichtmajer saltaron al escenario dos jóvenes atletas, que se presentaron como integrantes del equipo técnico de Educación Física, y de inmediato ordenaron a todos que se pusieran de pie. “Pausa activa no es otra cosa que energizarse”, dijeron por toda definición. Al instante arrancó la actividad resucitando la vieja canción “bienvenido, bienvenido amor ...”. Palito Ortega espabiló a los más soñolientos.
“¡Vamos, arriba los brazos!”, se escuchó. “La pollera amarilla”, de Gladys, obligó a hacer palmas, y “En septiembre tu fuiste mía” puso a mover todo el esqueleto. El punto culminante llegó con la cumbia “Que llore, que llore esa malvada...”. Todos los maestros, desde las jardineras hasta los directores apuntaban con el dedo: “que sufra, que sufra esa malvada...”. Los sacos comenzaron a volar y los maestros se empezaron a apantallar con el programa. Ahora la música buscaba la calma: “es tarde a la noche, ella busca qué vestir, después se maquilla y peina su largo pelo...” Los asistentes, casi todas mujeres, se balanceaban al compás de la música, con los brazos en alto. “Y me pregunta: ¿me veo bien? Le digo sí: ¡estás maravillosa hoy!”.
Lidiar con 73 lenguas
Después llegó la exposición de la docente africana, sobre el uso de la tecnología en la escuela. Una larga lista de preguntas se formó tras su charla. “¿Cómo recibió el docente el uso de la tecnología?”, preguntó Juan Ryziuk, director de una escuela de Villa Benjamín Aráoz. “Fue un proceso muy difícil. Los cambios nos cuestan a todos. Tuvimos tres años de resistencia por parte de los docentes. El primero, cuando se les entregó la tecnología, nadie la usó. El segundo los resultados eran muy bajos, sólo en el tercero, cuando los docentes se empoderaron de la herramienta, comenzaron a ver buenos resultados”, resumió. Una profesora de inglés preguntó cómo incorporar la lengua en la escuela. Lulú contestó que ellos tienen 73 lenguas y que siete son oficiales, el inglés es uno más. “Para el docente lo peor no es enseñar un idioma sino aprenderlo, porque a veces el maestro debe ir a enseñar a lugares donde se habla otro idioma que él desconoce”, apuntó. Esos son los verdaderos problemas para Lulu Limbikani.